jueves, 22 de marzo de 2007
Una mirada para tí
Uno viaja. Sobre los pies, sobre la tierra. A veces baja la mirada, quizá voltea, quizá ve una hoja de plátano tirada. A uno lo ven, desde fuera, lo ven. Y uno sonríe porque sabe que los demás también sonríen. Uno compra una pieza de pan a una señora de piel roja con un cesto de paja, explora su bolsillo y siente el beso mudo, siente el contacto del beso en la piel y da la moneda a la señora, dando no la moneda, sino la mudad. De un viaje con mis queridos amigos Paquito, Emmanuel y Emmanuel (no el mismo), un beso estampado. No recuerdo bien el trayecto que seguimos, pero sí el puente, el río y su sonrisa (esa me quedó a mí, en algún lugar de mis ojos está).
Pd. Dando click se agranda la imagen.
domingo, 4 de marzo de 2007
Un poema
Poema 3
Hay cosas tardías que se van desmoronando
con tu cabeza entre los vidrios rotos
y con el suspiro permanente, como ruidos de madera,
del agua amarilla bajo las sillas en el living; mientras
yo me voy recostando (aunque un poco impune)
sobre las baldosas trizadas y macilentas
de tus largos omóplatos blanquecinos.
Y no hay pájaros posibles
entre las mesas o en el armario;
hoy se perfilan nuestros contornos difusos
susurrando la inconsistencia de sus propios trazos
y sin muchas ganas de retomar,
llena eres de gracia,
lo que suele perderse
un poco más allá de las manos.
Hay cosas tardías que se van desmoronando
sobre los colchones y las espaldas afiladas
de los desconocidos más desconocidos
que he tenido la desgracia de conocer.
Ay el estante viejo,
la cucharilla quemada hasta el congelamiento,
metal tras metal entre los dientes
y un hueso ornamental de cenicero y cabeza;
ahí van las piernas de tus amantes
girando bajo los sillones ajados
y merodeando entre los focos terminales de mis dedos
Perfílame siluetas para los decaimientos
y enredemos un poco el sexo que me traes de regalo
mientras me fumo el descontento de tu sobremesa
tratando de imaginarme (sin regalías ni crédito)
aquel estado premonitorio
de los que regresan tarde a su regreso.
No hay pájaros posibles
bajo el cielo raso de tus paladares
(tan intermitentes y tan opuestos,
así como ningún otro);
entre las cerillas prohibidas del espantajo
camino desnudo como tus serpientes,
padre nuestro que estás en los cielos,
mondadientes en crucifijo
y la espeluznante sensación de sentirme en pie
cuando me arrastro bajo las mesas como un péndulo.
¿Así que quieres retirarte,
recoger nuestras fogatas como si fueran niños,
enfrentar a los edificios cara a cara
y sonreírles por puro despecho?
Tomaría de tu lengua un montón de palabras
para filtrármelas en la columna,
retocaría tu cara embadurnada
con rimel y carcajadas y pucheros
y hasta sería capaz de llevarte por las persianas
recorriendo las habitaciones que recorres
buscando pactar con tus costillas
encerrada y al vacío entre los árboles de yeso.
(Ya sabes, mujer,
que no podemos viajar tan rápido,
así como si buscáramos redención entre las radios
o imágenes repartidas entre los recortes de revistas,
hacia los lugares donde limitan y se tuercen
nuestros caminos en retroceso)
Hay cosas tardías que se van desmoronando
y que prefieren corroerse entre tus uñas
antes que encantarse de súbito (sin previo aviso)
bajo tus hilarantes bromas sobre el amor;
yo me voy levantando (criminal de ataúdes,
de cigarrillos fuertes)
para observar de reojo tus estrategias
así que recemos en el eterno teatro
de los anunciados nuevos malos tiempos.
Y no hay pájaros posibles
entre las mesas o en el armario;
hoy se perfilan nuestras noches agrietadas
susurrando la inconsistencia de sus propios trazos
y sin muchas ganas de retomar,
llena eres de gracia,
lo que suele perderse
un poco más allá de las manos